Aunque a veces me cuesta admitirlo, soy rencorosa. Y según con qué personas, mucho más.
Me tomo las cosas demasiado en serio, o más bien, me afectan bastante. Lo voy mejorando poco a poco, pero hay cosas de las que todavía me acuerdo y es difícil que no vengan a mi mente como mínimo una vez a la semana. Y es demasiado frustrante.
Y como esto es para desahogarme, allá voy.
El curso de tercero de la ESO fue bastante divertido. En el sentido de que me lo pasaba demasiado bien en clase y sí, eso tiene consecuencias. Consecuencias como que a final de curso suspenda seis asignaturas cuando una de ellas se basaba en la profesión de mi padre, razón por la cual me las apañé para que pensaran que sólo había suspendido cinco y sacarme por mi cuenta la asignatura en junio sin que se dieran cuenta. El caso es que ese fue uno de mis peores veranos porque en mi instituto se podía recuperar en junio y luego otra vez en septiembre, pues bien, yo en junio aprobé tres asignaturas, con lo cual tuve que estar todo el maldito verano estudiando para poder aprobar las demás en septiembre. Y las aprobé todas, con nota o no, sinceramente me da igual.
La cosa es que cuando fui en septiembre para que me dieran las notas mi tutora me dijo que no me metiera en cuarto a ciencias (En mi colegio, en el que hay clases desde infantil hasta la ESO, sólo se puede escoger en cuarto ciencias o letras, nada de mezclar materias así que la física, química y biología eran obligatorias si elegía esa rama) Yo le encaré y le dije claramente que me iba a meter en ciencias dijera lo que dijera, que conseguiría sacar todo con más de un cinco.
Me sentó realmente mal; que sí, que había suspendido seis asignaturas, pero nunca le digas a alguien que no es capaz de hacer algo porque no tienes derecho. Aunque si lo miramos de otra forma sería un poco como lo de "a que no tienes huevos", lo que me incitó más a hacer ciencias en cuarto. Y lo hice, me esforcé más ese año y terminé otra vez suspendiendo cuatro asignaturas. ¡Pero no preocuparse! Porque ese año, sí que sí, las conseguí recuperar todas en junio teniendo así el verano completamente vacío y el tema de cambiarme de instituto solucionado.
También tengo que decir que al meterme en bachillerato elegí el de ciencias sociales, o una mezcla rara porque doy matemáticas aplicadas a las ciencias sociales y matemáticas de ciencias, pero eso da igual. Y no lo hice porque me dijeran que no sería capaz. Lo hice porque pensaba que sabía lo que quería estudiar y no requería ninguna asignatura de ciencias.
También me acuerdo y siempre me acordaré de que cuando era pequeña me enfadé con mi mejor amiga y las demás se quedaron con ella. Pero eso no es lo peor, el problema viene cuando ellas mandaron al hermano de una de mis amigas a pegarme un puñetazo que recuerdo a la perfección.
Ella sigue siendo mi mejor amiga, ahora más que nunca, pero creo que nunca me voy a quitar esa espinita.
Hace un par de meses mi profesor de historia me dio a entender que la carrera de matemáticas era muy difícil y que sería terriblemente complicado que consiguiera sacarla. Pues por mis narices que la saco. Y cuando la tenga, volveré para restregárselo en las narices, a él y a mi tutora de tercero de la ESO. Porque repito, no creo que nadie pueda decirle a otra persona que no es capaz de algo porque todos somos muy capaces.
Y hay muchísimas otras cosas de las que me acuerdo, pero creo que no es por rencor sino por decepción por mí misma. Constantemente me acuerdo de cosas que podría haber cambiado. El haberme enfadado con alguien sin razón aparente o no despedirme de una persona. O simplemente no saludarla cuando estaba a kilómetros de mí para que cuando vuelva poder decirle que le he echado muchísimo de menos y que aunque sea verdad, poder demostrarlo.
Pero la vida no la podemos vivir arrepintiéndonos, tenemos que vivir el presente tomando decisiones y no van a ser todas buenas porque lo que tiene equivocarse es que aprendes de ello.