28 abr 2016

Somos capaces de restaurarnos.

Hay personas que no nacemos para tener pareja. Personas que nos fijamos en cómo alguien ha acabado destrozado siquiera sin darse cuenta por su pareja.
Existe la compañía que puede diluir tus miedos y aquella que es capaz de incrementarlos. El amor puede ser bonito, e incluso existir. Pero el amor puede ser veneno consumiéndote por dentro.
Un día somos sonrisas y diversión y mañana terminamos siendo esos que se preguntan qué fue de sus amigos mientras espera a que su "media naranja" conteste su mensaje de hace ya veintiséis horas.
No es correcto confundir el amor con la falta de independencia, pero confieso que peco de ello. Me agobia la idea de tener pareja.
Y realmente no sé por qué lo hace. Hay momentos en los que pienso que sería egoísta. Sería fácil echarle la bronca a la sociedad, a los constantes comentarios sobre esas personas que han desatendido sus amistades por centrarse en sus parejas.
Por muchos libros de amor que pueda leer siempre va a ser ficción. Algo que se resume en letras, en imaginación y en el deseo de alguien.
La exigencia tal vez sea uno de los puntos que me echan para atrás.
O quizá el miedo.
Podría ser el miedo al compromiso, pero lamentablemente se trata de miedo a decepcionar.
Y el verdadero problema es que ese miedo a decepcionar puede llegar a ser tan grande que llego a evitar los pequeños detalles, así como los grandes, porque temo que las personas esperen más de mí. Huyo de los "Tú puedes" porque temo ser derrotada.
Y finalmente pierdo la carrera en la que sólo participaba yo. Nosotros mismos somos capaces de destruirnos.

Pero también tenemos el poder de restaurarnos. Tristemente este se encuentra escondido en alguna parte y alguien me dijo que yo podía encontrarlo. 


NA: Sí, he comenzado hablando de una cosa y he terminado hablando de otro tema diferente. Pero esto ha surgido de esas veces que me pongo delante del teclado, con las lágrimas derramándose por mis mejillas y mis dedos en constante movimiento.