19 oct 2015

Se cansó de la vida.

Arrasaba con todo, acampando a sus anchas, inundando su boca. Caminaba como si nada de viaje hacia sus pulmones y él no hacía absolutamente nada, aspiraba y seguía aspirando esperando a que el maldito tabaco que un día llegó a su vida acabara con ella lenta y dolorosamente. Había dejado de sentirse querido para odiar todo a su alrededor, había vivido demasiadas cosas en tan pocos años que se saturó. Prefería dejar de respirar a seguir intentándolo. Intentar llevar una vida normal, lejos de todos sus problemas, lejos de aquella adicción. Irse lo más lejos posible y, si tenía suerte, poder sonreír alguna vez. Aunque sólo fuera una, pero lo necesitaba. Empezaba a cogerle asco a las sonrisas falsas que veía por la calle y a las que él mismo forzaba. Odiaba la falsedad, la maldad que podía tener la gente en su interior y no se explicaba como las personas podían ser tan arrogantes, egoístas y manipuladoras.
Echaba de menos ser pequeño porque recordaba que entonces no se preocupaba por todas esas estupideces, vivía y se reía a carcajadas por nada. Encontraba el lado bueno de las cosas, no necesitaba huir de la oscuridad porque nunca había llegado a ella, desconocía el concepto soledad y, aunque en un momento de su vida le había parecido que era lo mejor del mundo, se dio cuenta de que no era así. Aunque fuera contradictorio también le repelía estar rodeado de gente porque entre todos ellos no encontraba a nadie que mereciera la pena.
Buscaba la fórmula perfecta, la persona adecuada, aquella que supiera cuando callar y exactamente qué decir. Aquella que no necesitara razón para estar a su lado, que sin contexto supiera lo que le pasaba, lo que le atormentaba y lo que vagaba por su mente.
Y ahí estaba el problema, en que lo imposible no existe y eso para él se alejaba de la realidad. Aún con millones de personas en el planeta estaba completamente seguro de que no existe nadie así, está seguro de que el puto invento de la media naranja es eso, un invento de la humanidad para que alguien se crea que la ha encontrado y se sienta mejor. Puros engaños de la sociedad para ella misma, mentiras que nos creemos porque no somos capaces de darnos cuenta de que todo es una mierda.
Pesimismo, otra cosa que le atormentaba. Ni siquiera se podría definir como bipolaridad lo que reinaba en él, era simple odio hacia todo, ni una pizca de aprecio, admiración o deseo. Habían pasado años desde que deseó una última cosa, pero dejó de hacerlo porque al igual que las promesas de los políticos, los deseos son algo que llega muy de vez en cuando, por no decir nunca.

La opresión de todos sobre él, la opresión de él mismo sobre sus sentimientos y sobre su estado. Ni aun estando fuera rodeado de la nada se sentía libre. La libertad era algo que paso por sus dedos como los granos de arena, se evaporó de su vida tan pronto como llegó, tan rápido que ni siquiera podría describir la sensación. 

10 oct 2015

Supongo que es un adiós, e incluso sin suponer sé que lo es.

No estoy acostumbrada ni a recibir atención ni a tener que darla. No me gusta estar atada a nadie, odio sentirme obligada a salir de casa y amo la libertad.
No puedo seguir con esto porque siento que mereces más de lo que yo soy capaz de darte y sé que tú también lo sabes. Soy incapaz de seguir haciéndote perder el tiempo cuando puedes encontrar a alguien que te dé lo que realmente necesitas y ansías.